domingo, 1 de mayo de 2016

Carta de despedida de Manuel Carrasco

Nuevamente, por petición de nuestro capataz, se me ha solicitado que os dedique unas palabras con motivo de mi retirada como costalero del Stmo. Cristo de la Conversión.
Duro momento en el que me veo después de tantos años, pero no serán líneas de despedida, más bien de recuerdos, añoranzas, agradecimiento, complicidad, satisfacción……
Corría el año 84, si , el siglo pasado, cuando un compañero del instituto me sugirió que me uniese a esta gran familia, eran momentos para las hermandades de gran dificultad para encontrar costaleros que portaran sus imágenes, acababa de empezar, como quien dice, “los hermanos costaleros”. En aquella época era bien fácil forma parte de una cuadrilla, no había listas de espera, por no haber no había ni costaleros para rellenar todos los palos, no era difícil llegar el mismo Viernes Santo y meterse debajo de nuestro titular.
Una vez dentro de la cuadrilla, la cual cada año era renovada, ya que pocos continuaban al año siguiente y otros tantos no esperaban ni siquiera a la siguiente cuaresma (después de catedral simplemente desaparecían), me fui forjando como costalero, porque es en esos momentos donde verdaderamente uno se siente costalero, cuando sufre, cuando tienes el apoyo del compañero, cuando estás haciendo realmente penitencia, cuando ya tus fuerzas no te acompañan pero sabes que llevas al rey de los cielos sobre tus hombros. Esos momentos me hicieron fuerte, valorar el trabajo, el esfuerzo, el compañerismo, el sacrificio…..
Fue en ahí cuando pude decir con honra “YO SOY COSTALERO”
Porque uno será siempre costalero aunque se retire, ese pellizco no te lo puede quitar nadie, y doy gracias a Dios por pertenecer a ese gran grupo que tiene la suerte de ser los pies del Señor y su bendita Madre en esta Mariana ciudad llamada Sevilla.
Han sido muchos años, 33, pero aunque aún me encuentro con fuerzas para seguir, pienso que es el momento de dejar paso a nuevas generaciones que puedan disfrutar lo mucho que yo he disfrutado, que puedan decir, “yo soy costalero del Conversión”. Aunque es difícil tomar esta decisión y no pienso que haya edad para retirarse, lo sensato es hacerlo cuando aún te encuentras con fuerza y disfrutando, y sobre todo recibiendo el cariño de todos. Lo vivido este último Viernes Santo es inenarrable e inolvidable, siempre quedará en mi retina.
No quiero olvidarme de ninguno de los que han estado junto a mí durante todos estos largos años, ellos saben quienes son, y para no ofender a nadie cuyo nombre pudiese olvidar , simplemente deciros GRACIAS , por compartir conmigo estos momentos, gracias por vuestro apoyo, gracias por vuestra amistad, gracias por vuestro compañerismo….
Señor, si tú, perdona que te tutee, pero como dicen algunos, tu, yo y Juan de Mesa compartimos mesa y mantel en nuestros comienzos. Gracias por acogerme y permitir ser tus pies durante casi toda una vida, bien sabes que no me voy, simplemente te acompañaré de otra forma, te miraré desde otra perspectiva, te rezaré desde otro rincón. Pero no temas, no te dejo solo, seguirás siendo protegido por la sangre de mi sangre, ahí te dejo a mi hermano (fiel compañero de trabajadera desde el principio) y como no, mi hijo (ahí te lo dejo, cuídamelo), ellos sabrán pasearte y mimarte como sólo tu mereces.
Gracias también a esos maestros del martillo que me han enseñado todo lo que se y han confiado en mí, Ramón Castro “el caña”, José R. Rguez. Gautier, José A. Pope y José Vargas. Gracias a todos, porque gracias a ustedes puedo decir con orgullo que hoy en día nuestra cuadrilla es ejemplo para el resto de hermandades de nuestra ciudad, espejo en el que todos se miran para imitar, en el cual me incluyo, porque nuestra cuadrilla más que una reunión de costaleros es una familia, un grupo humano y de amigos difícil de encontrar, y esto sí es ser una CUADRILLA, con mayúscula.
Ahora empieza una nueva faceta, como bien sabéis todos, con el mismo entusiasmo que cuando empecé con el costal, pero con la sabiduría de lo aprendido y trabajado, y sobre todo con humildad. Dejo de ser sus pies, para ser los ojos que los guían.
Que el Señor de la Conversión os proteja a todos y os dé fuerzas para seguir paseándolo como solo ustedes sabéis hacerlo.
Fdo.: Manuel Carrasco Ponce